MARITZA BARRETO

viernes, febrero 20, 2015

Poema en prosa

Las recuerdo nuevas, recién venidas a la vida, las miraba flotar frente a mis ojos y no sabía que eran mías. Después supe que estaban pegadas a mis muñecas, articulando en mis antebrazos que a su vez podían doblarse en el recodo de los codos, punto final de mis brazos los que pendían de mis dos pequeños hombros y sabían dar abrazos. Esas eran mis manos.

En ese tiempo jugaban a las muñecas, a las tacitas y tocaban a escondidas, sabiendo que dios miraba, partes indebidas, sin otro fin que conocer las posibilidades que tiene el cuerpo, de placenteras sensaciones. Eran las manos mías.
En ese lejano tiempo aun no sabían que curarían heridas, aunque ya lo presentían porque también jugaban a salvar vidas, a mezclar remedios para aliviar dolores a indigentes y pobres.

Ellas ignoraban que algún día gozarían la nuca, la espalda , el trasero del hombre amado y se agarrarían con pasión a su cuerpo. Ni imaginaban que en esas ocasiones, tendrían la impresión que faltaban más manos para acariciar y entregar tanta ternura que surgía de ellas, mis manos.

Ni sospechaban en aquel tiempo, que acariciarían los cabellos, las mejillas y toda la piel de esos niños que di a la vida, y a darles serenidad cuando corrían  buscando su protección, no lo sabían aun, pero lo presentían, porque jugaban a ser dos fuentes inagotables de amor.

A veces, enredando torpemente un lápiz entre sus dedos, como si fueran guías de los zarcillos, anotaban en los cuadernos algunos versos y poesías.

 A veces un cucharón… empuñando el cucharón haciendo arte y amor, prepararon platos deliciosos a la familia.

Más de alguna vez dibujaron y muchas veces crearon artesanías. Otras, también tejieron, parcharon, cosieron y en ocasiones se enjoyaron… se engalanaron.
Supieron del dar y del recibir. Tejieron, cortaron, limpiaron… infinidad de verbos conjugaron las manos mías.

El tiempo las fue torciendo, les fue quitando belleza. Hoy tienen aspecto de árboles viejos y aunque les duela nunca descansan, aun trabajan.

Estas pequeñas manos que dieron tanto cariño, que fueron blancas, lozanas, hacendosas, refinadas…
hoy se arrugan en silencio y en el olvido…
En el olvido, éstas, las manos mías.


Maritza Barreto

Viña, Febrero 2015