MARITZA BARRETO

sábado, agosto 30, 2008

INTRODUCCIÓN

Hace tiempo que hago dibujos inexplicables. Hace tiempo hay algo que quiere ser escrito. Quizás deba dejarme llevar por los pensamientos simplemente. Subirme a una barca que no sé dónde me llevará, y en verdad, eso, no debería importarme.
Estamos llenos de presencias que no vemos, de sonidos que no oímos de seres que nos rozan y que nos habitan, de aromas que no podemos sentir. Hay otras dimensiones, otros niveles, otras realidades que ignoramos y que probablemente nos sorprenderían mucho si las pudiéramos percibir. Es necesaria la oscuridad para ver las estrellas. El silencio es indispensable para oír lo importante.
A menudo me despierto a mitad de la noche con pensamientos que me tocan el hombro y me piden ser escritos. A la mayoría los mando de nuevo a su lugar de origen y les pido que me dejen seguir durmiendo. Pero son persistentes y no me dejan descansar. Por eso hoy, una vez más, en esta madrugada, me he levantado, me he puesto mi bata, he preparado una gran jarra de café y me he sentado aquí, a mirar este espectáculo maravilloso de la noche frente al Pacífico, con su telón azul cuajado de diamantes y estas criaturas aladas y prehistóricas que lo habitan sin pagar alquiler.
Todos los días agradezco ver despuntar el alba desde mi derecha. Ver cómo la ciudad va cambiando de color y cómo sus luces y sus astros van siendo ocultados al ojo humano por un esplendor lento, imperturbable, inconmovible e insobornable que nos viene a iluminar desde un tiempo eterno. Entonces, cobra importancia el barco y el edificio; el auto, mis deudas y mis rencores; la ropa, el saludo; el sombrero, las flores; mi cáncer, mi cefalea; mi alegría y mi pena; mi éxito y mi fracaso… y toda cuánta pequeñez vanamente importante existe sobre nuestro grano de arena… De arena y agua, que apenas sí se verá desde la esquina del universo.
Por todo eso dudo si esta historia que estoy a punto de contar y que para mí tiene tanta importancia, la tendrá también para alguien más. Pero son esos pensamientos que de noche me despiertan para ser escritos y que no me dejan descansar, los que insisten en salir a la luz.
Luz. Hermosa palabra para comenzar. Luz para iluminar un pasado que me habita y al que desconozco. Luz para iluminar las tinieblas del tiempo donde han quedado ocultas, como las estrellas a la luz del sol, mil historias de vidas anteriores. Y hoy, en este presente efímero, mi existencia da cuenta de ellas.
Hace tiempo que hablo de oquedad y de raíces, de nostalgias y de duelos y no soy yo la que los nombra, sino una voz potente y pertinaz que surge de lo más profundo de mis genes.
Los tristes fados portugueses hacen eco en un bisel de mi alma y yo ignoro la causa. Pero esa tristeza hecha música y poema, me llama y yo no entiendo qué quiere conmigo, pero me roba la voluntad y me paraliza. Así como los tangos del Uruguay.
¿Quién llama a la puerta de mi alma desde adentro? ¿Quién quiere renacer en mis palabras? ¡Que me las dicte! yo las escribiré.

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