INTRODUCCIÓN
Hace tiempo que hago dibujos inexplicables. Hace tiempo hay algo que quiere ser escrito. Quizás deba dejarme llevar por los pensamientos simplemente. Subirme a una barca que no sé dónde me llevará, y en verdad, eso, no debería importarme.
Estamos llenos de presencias que no vemos, de sonidos que no oímos de seres que nos rozan y que nos habitan, de aromas que no podemos sentir. Hay otras dimensiones, otros niveles, otras realidades que ignoramos y que probablemente nos sorprenderían mucho si las pudiéramos percibir. Es necesaria la oscuridad para ver las estrellas. El silencio es indispensable para oír lo importante.
A menudo me despierto a mitad de la noche con pensamientos que me tocan el hombro y me piden ser escritos. A la mayoría los mando de nuevo a su lugar de origen y les pido que me dejen seguir durmiendo. Pero son persistentes y no me dejan descansar. Por eso hoy, una vez más, en esta madrugada, me he levantado, me he puesto mi bata, he preparado una gran jarra de café y me he sentado aquí, a mirar este espectáculo maravilloso de la noche frente al Pacífico, con su telón azul cuajado de diamantes y estas criaturas aladas y prehistóricas que lo habitan sin pagar alquiler.
Todos los días agradezco ver despuntar el alba desde mi derecha. Ver cómo la ciudad va cambiando de color y cómo sus luces y sus astros van siendo ocultados al ojo humano por un esplendor lento, imperturbable, inconmovible e insobornable que nos viene a iluminar desde un tiempo eterno. Entonces, cobra importancia el barco y el edificio; el auto, mis deudas y mis rencores; la ropa, el saludo; el sombrero, las flores; mi cáncer, mi cefalea; mi alegría y mi pena; mi éxito y mi fracaso… y toda cuánta pequeñez vanamente importante existe sobre nuestro grano de arena… De arena y agua, que apenas sí se verá desde la esquina del universo.
Por todo eso dudo si esta historia que estoy a punto de contar y que para mí tiene tanta importancia, la tendrá también para alguien más. Pero son esos pensamientos que de noche me despiertan para ser escritos y que no me dejan descansar, los que insisten en salir a la luz.
Luz. Hermosa palabra para comenzar. Luz para iluminar un pasado que me habita y al que desconozco. Luz para iluminar las tinieblas del tiempo donde han quedado ocultas, como las estrellas a la luz del sol, mil historias de vidas anteriores. Y hoy, en este presente efímero, mi existencia da cuenta de ellas.
Hace tiempo que hablo de oquedad y de raíces, de nostalgias y de duelos y no soy yo la que los nombra, sino una voz potente y pertinaz que surge de lo más profundo de mis genes.
Los tristes fados portugueses hacen eco en un bisel de mi alma y yo ignoro la causa. Pero esa tristeza hecha música y poema, me llama y yo no entiendo qué quiere conmigo, pero me roba la voluntad y me paraliza. Así como los tangos del Uruguay.
¿Quién llama a la puerta de mi alma desde adentro? ¿Quién quiere renacer en mis palabras? ¡Que me las dicte! yo las escribiré.
Estamos llenos de presencias que no vemos, de sonidos que no oímos de seres que nos rozan y que nos habitan, de aromas que no podemos sentir. Hay otras dimensiones, otros niveles, otras realidades que ignoramos y que probablemente nos sorprenderían mucho si las pudiéramos percibir. Es necesaria la oscuridad para ver las estrellas. El silencio es indispensable para oír lo importante.
A menudo me despierto a mitad de la noche con pensamientos que me tocan el hombro y me piden ser escritos. A la mayoría los mando de nuevo a su lugar de origen y les pido que me dejen seguir durmiendo. Pero son persistentes y no me dejan descansar. Por eso hoy, una vez más, en esta madrugada, me he levantado, me he puesto mi bata, he preparado una gran jarra de café y me he sentado aquí, a mirar este espectáculo maravilloso de la noche frente al Pacífico, con su telón azul cuajado de diamantes y estas criaturas aladas y prehistóricas que lo habitan sin pagar alquiler.
Todos los días agradezco ver despuntar el alba desde mi derecha. Ver cómo la ciudad va cambiando de color y cómo sus luces y sus astros van siendo ocultados al ojo humano por un esplendor lento, imperturbable, inconmovible e insobornable que nos viene a iluminar desde un tiempo eterno. Entonces, cobra importancia el barco y el edificio; el auto, mis deudas y mis rencores; la ropa, el saludo; el sombrero, las flores; mi cáncer, mi cefalea; mi alegría y mi pena; mi éxito y mi fracaso… y toda cuánta pequeñez vanamente importante existe sobre nuestro grano de arena… De arena y agua, que apenas sí se verá desde la esquina del universo.
Por todo eso dudo si esta historia que estoy a punto de contar y que para mí tiene tanta importancia, la tendrá también para alguien más. Pero son esos pensamientos que de noche me despiertan para ser escritos y que no me dejan descansar, los que insisten en salir a la luz.
Luz. Hermosa palabra para comenzar. Luz para iluminar un pasado que me habita y al que desconozco. Luz para iluminar las tinieblas del tiempo donde han quedado ocultas, como las estrellas a la luz del sol, mil historias de vidas anteriores. Y hoy, en este presente efímero, mi existencia da cuenta de ellas.
Hace tiempo que hablo de oquedad y de raíces, de nostalgias y de duelos y no soy yo la que los nombra, sino una voz potente y pertinaz que surge de lo más profundo de mis genes.
Los tristes fados portugueses hacen eco en un bisel de mi alma y yo ignoro la causa. Pero esa tristeza hecha música y poema, me llama y yo no entiendo qué quiere conmigo, pero me roba la voluntad y me paraliza. Así como los tangos del Uruguay.
¿Quién llama a la puerta de mi alma desde adentro? ¿Quién quiere renacer en mis palabras? ¡Que me las dicte! yo las escribiré.
Etiquetas: DE LA NOVELA
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