A MARIO, MI
PADRE
Recuerdo su
mano segura guiando mi infancia,
su olor a
tabaco nuevo y a frescas lavandas,
su tierna
caricia en mi pelo, su áspera barba
y su mirada
grande reprochando mis faltas
su frente
triste
quizás
enojada
por algún
desacierto
de mi
juventud lejana
Muchos años
pasaron,
me alejé de
su lado,
pero
siempre, a su alma de alondra,
la llevé en
mi costado
Un invierno
muy frío, me pidió que volviera.
Regresé para
estar hasta el último tramo.
Esa noche
tomé, su mano en mis manos
y así, como
él mi infancia guiara,
fui guiando
su paso
hacia Otra
Morada.
"Padre
mío –le dije-:
Soy yo, aquí
estoy a tu lado.
Ve
tranquilo.
Sabrás que
estarán tus amores cuidados.
Procediste
correcto, no temas. Descansa.
Padre mío,
no temas. Te guío.
Has de saber
que todos
estamos de
ti agradecidos".
Eso dije y
él
desprendió
de su cuerpo, su alma
como un
viejo gabán que se olvida.
Y se fue con
un beso en la frente
En su
frente, por mi... tantas veces besada.
Me quedaron
de él muchas cosas:
Enseñanzas,
valores, anécdotas pasadas,
mas de todo
el tesoro que de él heredara
fue el más
sabio secreto que su fin me dejara:
“No es más
que una pausa y natural es la muerte”
Y él se fue
para siempre
con mi beso
en su frente
Maritza
Barreto
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